En la superficie, los vehículos eléctricos parecen ser la opción más limpia debido a su falta de emisiones directas de escape. Sin embargo, la realidad es más matizada.Cuando se considera la cadena completa de suministro de energía, desde la extracción y refinación de materias primas hasta la generación de electricidad y el eventual reciclaje del vehículo, se presentan algunas complejidades.
Por un lado, la fabricación de baterías de litio para vehículos eléctricos implica la extracción de minerales como el litio, el cobalto y el níquel, procesos que pueden tener un impacto significativo en el medio ambiente y en las comunidades locales donde se llevan a cabo.
Además, la generación de electricidad puede provenir de fuentes renovables como la solar, la eólica y la hidroeléctrica, o de fuentes más contaminantes como el carbón y el gas natural. La transición hacia energías más limpias es fundamental para reducir el impacto ambiental de los vehículos eléctricos a largo plazo.
Por otro lado, los vehículos de combustible también tienen su propia huella ambiental, desde la extracción y refinación de petróleo hasta las emisiones de escape. Aunque los avances en tecnología han mejorado la eficiencia y reducido las emisiones de los vehículos de combustible, todavía tienen un impacto significativo en la calidad del aire y en el cambio climático.
En última instancia, la comparación de la huella ambiental de los vehículos eléctricos y de combustible depende en gran medida del contexto específico, incluyendo la ubicación geográfica, la fuente de energía y las prácticas de fabricación y reciclaje.
Sin embargo, en general, se espera que los vehículos eléctricos sean más limpios a largo plazo, especialmente a medida que la infraestructura de energía renovable continúe expandiéndose y mejorando.