Rosalía Castro, Mirna Medina y Flor Juárez forman parte de una familia que se extiende por todo México, una familia unida por el dolor de la pérdida y por el amor a los “tesoros” que rastrean, como ellas les llaman: son madres buscadoras de personas desaparecidas. Con motivo del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, estas tres mujeres compartieron con estudiantes de la IBERO Ciudad de México sus vivencias y aprendizajes.
“Nadie, nadie quisiera estar aquí, pero desafortunadamente estamos, y lo tenemos que hacer con toda la dignidad y con todo el amor del mundo”, dijo Mirna Medina, durante el evento (Des)encuentros, organizado por el Programa de Derechos Humanos (PDH) de la Iberoamericana.
El Colectivo de las Rastreadoras de El Fuerte de Sinaloa, en sus nueve años de existencia, ha encontrado 600 cuerpos en fosas clandestinas y expuestos, y ha regresado más de 400 cuerpos a sus familias, pues desde 2016 cuentan con un laboratorio de genética. A pesar del gran trabajo que realizan, estas madres buscadoras expresaron que su esperanza es que en el futuro no sean necesarios más grupos de búsqueda.
Rosalía Castro, del Colectivo Solecito de Veracruz, busca a su hijo Roberto Carlos, quien desapareció en 2011 en el puerto de Veracruz, el 24 de diciembre va a cumplir 12 años buscándolo. Su expediente tiene 89 tomos, y todo eso es de lo que ella ha investigado. Las autoridades la revictimizaron porque, para poder congelar la tarjeta de su hijo, le pidieron presentar un acta de defunción, aunque ella no tenía un cuerpo.
Mirna Medina fundó el Colectivo de las Rastreadoras de El Fuerte de Sinaloa. En 2014, su hijo Roberto Corrales “desapareció, se lo llevaron”. Ella fue a las oficinas de la Policía Ministerial y le dijeron que ellos no buscaban. El 17 de julio de 2014 tuvo la dicha, como ella lo relata, de encontrar algunos restos de su hijo en una fosa, cuatro vértebras y parte de su brazo.
Flor Suárez, también del Colectivo Solecito de Veracruz, busca a su hijo Daniel. Tenía 23 años la noche en que salió a un bar a tres cuadras de su casa y no volvió. Flor estuvo un año esperando respuesta de las autoridades, pero su caso caminó un poco gracias a que se unió al Colectivo El Solecito.